¿Quién es el verdadero israelita hoy?
El verdadero israelita
Cuando los discípulos le comentaron a Jesús que los fariseos se habían sentido ofendidos por sus palabras, él respondió con una imagen sencilla y contundente:
“Toda planta que no plantó mi Padre celestial será desarraigada.” (Mateo 15:12-13)
En otras palabras, no basta con llevar una etiqueta religiosa ni con cumplir rituales externos; el “verdadero israelita” —el auténtico pueblo de Dios— se reconoce porque echa raíces en el amor, la compasión y la coherencia interior. Esa es la planta que sí germinó en la mente divina.
1. Más allá de las etiquetas
En la tradición hebrea, ser judío implicaba pertenecer a un linaje y a un pacto. Pero Jesús cuestiona la idea de que la sangre o la apariencia garanticen el favor de Dios. Es un recordatorio de que la verdadera identidad espiritual no se hereda: se cultiva.
La misma idea resuena en las cartas de Pablo:
“No es judío el que lo es exteriormente… sino el que lo es en lo interior; y la circuncisión es la del corazón, en espíritu.” (Romanos 2:28-29)
2. Una mirada desde el Nuevo Pensamiento
El Nuevo Pensamiento nos invita a ver la divinidad como una semilla ya plantada en cada uno. Nuestro “terreno” —la mente y el corazón— decide si esa semilla florece o se marchita. Cuando Jesús habla de plantas que el Padre no plantó, nos lanza una pregunta: ¿Qué creencias, actitudes o miedos hemos dejado crecer que en realidad no provienen del Amor infinito?
- Conciencia creadora
En la práctica del Nuevo Pensamiento, se afirma que “los pensamientos forman la materia”. Si nuestras ideas están alineadas con la caridad y la verdad, producimos frutos de paz. Si vibran en el juicio o la arrogancia, más tarde o más temprano se secarán. - Ley de correspondencia
“Como es adentro, es afuera”. No se trata de aparentar bondad, sino de vivirla. El que ama de corazón inevitablemente refleja misericordia; el que solo actúa por obligación acaba revelando su verdadera motivación.
3. Amor y misericordia como mandamientos esenciales
Jesús condensó toda la Ley en dos verbos: amar a Dios y amar al prójimo. El que practica esto cumple con el pacto, sea cual sea su linaje. Por eso, el “verdadero Israel” no es un club cerrado, sino una comunidad de conciencia:
- Compasión activa
El amor sin acción es teoría; la acción sin amor es vacío. Un israelita del corazón cuida del necesitado, perdona al que le ofende y comparte lo que tiene. - Integridad interior
Cumplir los mandamientos no es seguir un listado de prohibiciones, sino alinear intención y gesto. El fariseo que se ofende protege su ego; el discípulo auténtico revisa su interior y corrige el rumbo. - Misericordia práctica
La misericordia es la prueba de fuego de cualquier sistema espiritual. ¿Cómo trato a quien piensa distinto? ¿Puedo ver la chispa divina en todos, incluso en mí mismo cuando fallo?
4. Aplicaciones cotidianas
- Revisa tus raíces
Pregúntate a diario: ¿Qué me está motivando? Si no es amor, identifica la creencia limitante y suéltala. - Medita y afirma
Dedica unos minutos a afirmar: “El amor de Dios brota en mí y da fruto de bondad”. Esta práctica alinea la mente con la Fuente. - Actúa con coherencia
Haz una lista de gestos concretos —llamar a un amigo, donar tiempo, perdonarte— y llévalos a cabo. Cada acción refuerza la nueva identidad.
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